Imagina la terapia como un viaje. Es natural sentir miedo al iniciar un camino desconocido. Pero quiero que sepas que no estarás solo/a. Te acompañaré en cada paso, observando tus experiencias (pensamientos, emociones y comportamientos) con empatía y sin juicios.

En este proceso, no hay lugar para la autocrítica severa. Mi prioridad es tu bienestar, y no haré nada que te cause daño. Juntos/as, exploraremos los desafíos que enfrentas, y te guiaré con estrategias y herramientas efectivas. Tu confianza es fundamental, y siempre te pediré tu consentimiento en cada etapa del proceso.

Tu voz es esencial en este viaje. Te invito a compartir tus sentimientos, inquietudes y necesidades. Si algo te incomoda, si deseas cambiar el rumbo de la terapia, o si hay otros temas que deseas abordar, es importante que me lo hagas saber. Mi compromiso es adaptar la terapia a tus necesidades individuales.

Si en algún momento considero que mis estrategias no son las más adecuadas para ti, seré honesta y te lo comunicaré. Además, te ofreceré orientación para encontrar un/a terapeuta que se ajuste mejor a tu situación.

Mi enfoque se centra en acompañarte en la experiencia de tus emociones, incluso las más difíciles, desde una perspectiva enriquecedora. No te prometo eliminar el sufrimiento por completo, pero sí te brindaré las herramientas para gestionarlo de manera saludable.

La motivación es clave para el éxito de la terapia. Si no te sientes completamente seguro/a de iniciar un proceso, está bien. No te presiones. Cada persona tiene su propio ritmo.

Recuerda que la terapia es una relación bidireccional. Tu bienestar es importante, y también lo es el mío. Seremos responsables de construir una relación terapéutica basada en el respeto y la confianza mutua.